Cumplido ya el primer aniversario de la pandemia mundial de la Covid 19, podemos afirmar sin temor a equivocarnos, que las más de 2,8 millones de personas que, aproximadamente se calcula, han fallecido a causa de dicho patógeno respiratorio, así como el caos sanitario y económico ha puesto de manifiesto la incapacidad del modo de producción capitalista de anteponer la salud y la vida de las personas a los beneficios privados de un puñado de magnates.

Mientras el reciente informe presentado por el Institute for Policy Studies (IPS) afirma que los milmillonarios estadounidenses han aumentado sus beneficios en un 45% de media, (Con casos de hasta un 600% de crecimiento económico) durante el primer año de pandemia, la pobreza, el desempleo y el drama sanitario se han extendido por las mayorías sociales de todo el mundo.

Pero si el año 2019 fue un año marcado por los estallidos sociales a lo largo y ancho de los 5 continentes, transcurrido el shock de los primeros meses de pandemia, el 2021 suma la criminal gestión de la pandemia a los motivos para rebelarse frente a la injusticia diaria. Ejemplo claro de esto es la movilización sostenida que desde el 5 de marzo de 2021 vienen protagonizando la juventud y l@s campesin@s y trabajador@s de Paraguay frente a un gobierno que ha demostrado una absoluta incapacidad de garantizar unas condiciones sanitarias mínimas para sus casi siete millones y medio de habitantes.

Según datos de 2018, el 73% de la población paraguaya no cuenta con ningún tipo de cobertura médica. En el campo, esa cifra alcanza el 86%. Y la salud privada, que ha venido creciendo a medida que se ha ido desmantelando la sanidad pública, solo cubre al 7% de la población.

A esta situación pre-pandémica hay que sumarle la escandalosa corrupción que ha envuelto la gestión del gobierno presidido por Mario Abdo Benítez (Marito), al que se le viene exigiendo que explique que han hecho con el crédito internacional de 1.600 millones de dólares, aprobado hace un año para reforzar el sistema sanitario y obtener medicamentos e insumos esenciales para afrontar la crisis sanitaria que un año después siguen faltando en todos los centros sanitarios del país pero en cambio se pueden encontrar en farmacias a un elevado coste fruto de la especulación.

Si el coste de los tratamientos para una persona hospitalizada por Covid19 pueden rondar los 1.000 dólares diarios, numerosas familias se han visto obligas a vender incluso sus viviendas o endeudarse para hacer frente a estos pagos. Cuestión a parte resulta el ritmo de vacunación, ya que al inicio de las protestas el país solo había recibido 4.000 dosis de la vacuna Sputnik V, ritmo que solo se ha incrementado a partir de la crisis política gracias a las donaciones de Gobiernos aliados como el de Chile ante la preocupación de que se extiendan las movilizaciones por todo el continente.

Las protestas, al grito de “Que se vayan todos”, ya han logrado la destitución del ministro de Salud pero no han podido aun derribar al presidente que ha logrado salvar el “juicio político” al que lo sometió el parlamento gracias a un acuerdo entre las diferentes corrientes de ese Partido-Estado que es ANR, conocido como el Partido Colorado, el cual lleva en el poder alrededor de 70 años casi de manera ininterrumpida, incluyendo al dictadura de Alfredo Stroessner y solo fuera del Gobierno durante los cuatro años de presidencia de Fernando Lugo al cual no permitieron ni concluir su mandato.

Esta corrupción institucional solo es sostenible en momentos de crisis mediante una represión brutal que está dejando cientos de heridos y detenciones pero la juventud paraguaya sabe bien quienes son los responsables de su miseria y así lo demostraron dirigiendo su rabia tras el fracaso del “juicio político” parlamentario contra la sede de ANR a la que acabaron por prender fuego.

La dignidad del pueblo paraguayo está mostrando el camino para los y las oprimidas del continente latinoamericano y el resto del mundo. Frente su enriquecimiento a costa de nuestras vidas solo cabe la movilización sostenida, cueste lo que cueste y gobierne quien gobierne.