
Como bien sabemos, la luz no deja de batir récord de precio en este último verano y en lo que llevamos de otoño. A la crisis económica generada por la pandemia, la precariedad y la falta de recursos por parte de un porcentaje importante de la clase trabajadora se une ahora estas alzas del precio de la energía que ha provocado que en muchos hogares se sufran muchísimo las olas de calor que se esté renunciando al uso de electrodomésticos básicos para la vida cotidiana.
Pero el alza de este precio no es fruto de la casualidad o una fatalidad. Responde a varios factores cuya importancia política, más que económica, es fundamental.
El mecanismo de la UE para fijar el precio de la luz
El precio de la luz está fijado por la UE en connivencia con las empresas privadas de las eléctricas. La luz proviene de diferentes fuentes energéticas que pueden ser renovables (energía solar, eólica, hidráulica, etc) o no renovables (petróleo, carbón, nuclear o gas natural). La energía más cara de producir es la que proviene del gas natural. La UE y los gobiernos fijan el precio del conjunto de las fuentes energéticas sobre el precio más caro de éstas: en este caso sobre el del gas natural. ¿Por qué actúan de esa manera? Porque el conjunto de los países no consigue abastecer al total de la demanda sólo mediante las fuentes energéticas más baratas, es decir, sobre las renovables.
Por tanto, al tener que tirar también de las más caras para poder responder a las necesidades inmediatas de la población y ya que la energía eléctrica es un bien que no se puede almacenar, la única forma de venderlas todas es de ponerle el precio de la fuente de energía que sale más cara. Con esta lógica el conjunto de las empresas privadas hacen el agosto si producen en base a la energía renovable como la solar (mucho más barata) ya que le sacan mucho más beneficio.
Este modelo desarrollado por la UE asegura que toda la demanda de energía se garantice en cualquier franja horaria, pero con unas consecuencias catastróficas para la población trabajadora ya que el precio que pagamos por este bien de primera necesidad es cada vez más alto frente a unos salarios que son cada vez más bajos. Ese mecanismo no responde a ninguna lógica más allá de la de especular con la energía y la de engrosar los ya miles de millones de beneficios de las eléctricas en detrimento de las familias trabajadoras.
Por si todo esto fuese poco, este mecanismo deja en manos del interés y el beneficio privado el poder de chantajear a la población con el desabastecimiento de energía. Si no me pagas la energía al precio más caro dejo de producirla y por tanto los hogares se quedan sin luz. Basándose en esa lógica, diferentes compañías han amenazado estas últimas semanas con cerrar centrales eléctricas en el caso de que el gobierno PSOE-UP cumpliera su propuesta de crear un impuesto sobre los beneficios de dichas compañías para bajar el precio de la luz.
Sin embargo, mientras siga estando la producción y comercialización de la energía en manos privadas, estas medidas serán mera propaganda ya que no pondrán imponerlas a las empresas que siempre amenazaran con dejar de proveer a los hogares. La única manera de resolver este problema y no estar sometidos a esas constantes amenazas por parte del sector privado es expropiando la producción de energía y poniéndola al servicio de la población y bajo control de ésta y no de la especulación de unas cuantas multinacionales.
El alza de los precios del gas
El gas natural, que solo supone de media un 13% de la producción total de electricidad, es el método más caro en la producción de luz eléctrica en el Estado Español al reducir al máximo el carbón u otro tipo de combustibles fósiles a causa de su alta contaminación. Así pues, a nivel internacional, potencias asiáticas como China o Corea del Sur y Japón están reduciendo paulatinamente su producción y consumo de carbón. Esto provoca de manera inmediata un aumento del consumo del gas natural y con ello, el precio internacional del mismo.
Por otro lado, los inviernos cada vez más extremos a causa del cambio climático (el ejemplo de Filomena ha sido una tónica en Europa y América del Norte) provocan también un alza en el consumo de gas natural para calefacción y producción de energía en situaciones extremas. Además, dichos temporales sumados a los veraniegos como las lluvias torrenciales del norte de Europa a comienzos del verano, provocan también grandes daños en los gaseoductos, los cuáles mientras son reparados no transportan gas y estrangulan la oferta, subiendo de nuevo los precios.
A estos factores de origen climático, se les une la especulación propia del sistema capitalista. Los países productores de gas tienen grandes incentivos para recortar el suministro subiendo los precios o utilizarlo como método de presión política internacional como por ejemplo Argelia, el cual cortará el suministro por los gaseoductos que pasan por Marruecos a partir del 31 de octubre o los múltiples conflictos que Rusia mantiene con la UE y otros países.
Los “peajes” de la factura de la luz
Por si las tensiones en el mercado de la energía no fueran suficientes, la configuración de la factura de la luz y sus diferentes tipologías también provocan que paguemos una luz mucho más cara que países de nuestro entorno como Francia. Entre otros factores como el IVA, impuestos y antiguos “préstamos” del gobierno de Aznar para bajar artificialmente el precio de la luz, en nuestra factura pagamos la transición energética renovable. Ello, lejos de suponer que estamos haciendo “un esfuerzo” por la ecología, no significa ni más ni menos que estamos financiando la adaptación de las grandes compañías eléctricas a la producción de energía verde (la cual luego nos venden a precio de energía producida con gas natural).
En conclusión, el alto precio de la luz es fruto de los efectos del cambio climático en la producción y transporte de la energía, las tensiones geopolíticas, el fatal mecanismo de mercado y, sobre todo, el caos que supone la especulación capitalista en cuanto a la organización de los bienes de primera necesidad se refiere.
Ante esta situación, qué se puede hacer
Para poder tener una solución energética que nos permita vivir con dignidad, a un precio asequible y que a su vez sea sostenible para el medioambiente; es necesario un cambio radical de la producción y distribución de la energía.
Por un lado, es necesario hacer una auditoría de la demanda estimada de energía por sectores económicos y zonas geográficas (quién demanda qué cantidad de energía y para qué). Acto seguido hacer una planificación y racionalización del consumo energético. A partir de esta planificación hacer un cambio estructural de la producción de energía aumentando la producción renovable y reduciendo al máximo la producción sobrante con combustibles fósiles siendo ésta además producida a través de reservas para salir del mecanismo de mercado.
Por último y más importante, es necesario auditar y expropiar las empresas energéticas para garantizar la producción pública y bajo control de los y las trabajadoras. A largo plazo,la única opción para la clase trabajadora europea será una coordinación y control obrero de la producción y distribución de la energía que garantice tanto la sostenibilidad económica para el conjunto de la población,así como para el planeta.
Ello puede parecer lejano y difícil, pero es la única solución sostenible a largo plazo. Para llegar a esa meta es necesario potenciar las movilizaciones contra el alza de los precios de la luz a la par que se denuncia a la extrema derecha y su campaña absurda que solo busca desgastar al gobierno sin nombrar nunca los beneficios multimillonarios de las eléctricas, así como al propio gobierno y su estrategia de intentan apagar el incendio a cucharaditas de agua.