En el podio del coronavirus, no hay duda, somos de l@s primer@s. Entendiendo que no existe un protocolo común para contabilizar los casos de infectad@s, lo que complica la tarea de comparar los números entre dos estados, lo cierto es que con las contabilidades oficiales en mano somos el 2º país con mayor número de contagios solo por detrás de EEUU. Pero el país norteamericano está mucho más poblado que nosotr@s, por lo que no sería justo contabilizar el número absoluto de infectad@s puesto que parece obvio que a mayor población, mayor número de infecciones.

Lo que realmente mide la incidencia de la enfermedad en un país o región es el número de infectad@s en una fracción comparable de población. Y aquí somos campeonísim@s, haciéndonos con el oro y dejando a mucha distancia al 2º puesto. Así, a fecha de 14 de abril, en el estado español había por cada millón de habitantes unas 3665 personas infectadas, siendo la plata para Suiza con 3020 personas infectadas y el bronce para Bélgica con 2700 infectad@s para esa misma fracción de población (1).

Independientemente de las dudas acerca de la credibilidad de los datos oficiales, cabe hacerse una pregunta: ¿cómo es posible que en el estado español se tomaran las mismas medidas que en Italia, pero con una semana de antelación respecto a la aparición de nuestros casos iniciales y que sin embargo ya tengamos más infectad@s que nuestros vecinos? Es más, si comparamos los datos de personas fallecidas también somos l@s primer@s de entre los países de nuestro entorno, con 387 muert@s por cada millón de habitantes, seguidos de Bélgica con 362 y de Italia con 339 (datos del 14 de abril). ¿Por qué? ¿Todos estos datos sólo se explican por la diferente metodología en la contabilidad de los casos y de la mortalidad en cada estado? ¿es posible que haya otra razón para explicar tal hecho?

Una clave importante es la cantidad de personal sanitario infectado. El 14 de abril se revelaba que eran 26.672 ls@ sanitari@s español@s infectad@s desde el inicio de la crisis, esto es el 15,4 % del total de las personas infectadas, siendo en Andalucía del 22,3% (este porcentaje está sacado de los datos del 6 de abril). De nuevo somos campeon@s, ya que este dato en Italia es inferior al 9% y en China ligeramente superior al 4%. Si atendemos sólo a las cifras oficiales y teniendo en cuenta el número de personal médico y de enfermería de cada país (dejando fuera a auxiliares y técnic@s), en el estado habría sido infectado ya el 6,3% de esta plantilla sanitaria, mientras que en Italia sólo el 2,5% (2). Estos datos, por ser oficiales y por el mero hecho de que el esfuerzo de diagnóstico no se ha hecho al total de los casos, son necesariamente inferiores a los datos reales.

Asumámoslo, hay 2 razones de peso por las que hay que proteger sí o sí al personal sanitario: una es porque la seguridad en el trabajo es un derecho irrenunciable para cualquier trabajador o trabajadora. La segunda es porque de no hacerlo, convertimos al personal sanitario y a los centros donde desarrollan su labor, en focos transmisores de la enfermedad. Esto hace que cuando una persona se dirige a un hospital o centro de salud por cualquier razón ajena al Covid19, pueda irse a su casa con un regalo no deseado o bien que a personas en riesgo que son atendidas en sus domicilios pueda llevarle la enfermedad el mismo personal que pretende cuidarlas. De hecho, la OMS alertó el pasado 11 de abril que era posible que en algunos países se haya infectado ya el 10% del total de la plantilla sanitaria, y aseguraba que “cuando ell@s están en riesgo, todo el mundo está en riesgo”.

Atendamos ahora a las razones estructurales que han dado lugar a esta alta tasa de infección entre nuestr@s profesionales.

La principal razón por la que el personal sanitario se contagia es por la ausencia de los debidos equipos de protección individual. Esta carencia mil veces denunciada puede deberse a varias razones. La primera podría ser una fatal coyuntura: ser el 3º estado donde se prende la mecha del Covid19 hizo que los mercados estuvieran vacíos de los materiales necesarios que componen los equipos de protección individual para las y los sanitarios. Ante esta escasez poco podía hacer un estado como el nuestro, cuyo tejido industrial fue deslocalizado, haciéndonos más dependientes de suministros externos. Pero ¿qué ocurría con los stocks de hospitales y centros de salud?

Resulta difícil comprender que en un hospital no hubiera materiales de protección suficientes al menos para los primeros días, y sin embargo esto era así. ¿Por qué? Tal y como denuncia el comité de empresa del Hospital granadino Virgen de las Nieves, estos stocks no eran repuestos debido a los ajustes presupuestarios de las políticas de recortes, por lo que los materiales o no estaban, o estaban deteriorados o eran claramente insuficientes. Aunque probablemente haya una mezcla de las 3 opciones.

La falta de personal y la precariedad contractual de los sanitarios han jugado también su papel en todo esto. En las mencionadas declaraciones de la OMS, concretamente de su director general, se afirmaba que l@s profesionales sanitari@s se pueden infectar por la falta de protección o inexperiencia y, también, por los largos turnos que realizan para atender a los pacientes con Covid19. Los largos turnos son directamente proporcionales a la escasez de personal sanitario. De hecho, al inicio de la crisis del Covid19 aunque se anunciaron muchas contrataciones, en muchas comunidades estas no compensaron la poda de empleo que sufrió la sanidad pública debido a los recortes sociales, lo que hizo que esta batalla se empezara con un ejército previamente mermado.

Así, mientras que la media europea era de 11,9 sanitari@s por cada 1000 habitantes, en el estado español ese dato caía al 9,1(2). Además del agotamiento del personal, su escasez tiene otras formas por las que favorece los contagios internos: cuando debido a las infecciones de personal las UCIs se vacían de profesionales, otr@s sanitari@s de otras especialidades con poca o nula experiencia en cuidados intensivos son llamados a cubrir el hueco mientras dura la baja del titular. Si a la falta de experiencia de la persona que sustituye temporalmente al personal intensivista sumamos la falta de material de protección, tenemos una bomba de relojería, puesto que la persona sustituta al volver a su especialidad puede llevar consigo la enfermedad a una zona del hospital supuestamente “libre de coronavirus”. Aunque respecto a la falta de experiencia hay que manifestar que el principal problema es el sistema de contratación de nuestra sanidad pública.

Es preciso señalar que en ella existe una precariedad laboral que hace de esta un paraíso de contratos de corta duración. Por ejemplo, con este tipo de contratos difícilmente un enfermero o enfermera puede familiarizarse con las dinámicas de una determinada especialidad, puesto que cuando esto ocurre, con mucha facilidad cambia de centro y de especialidad. Parece un sistema destinado al mínimo gasto, pero también a que la experiencia en los primeros años del profesional de la sanidad, en lugar de ser centrada en una especialidad, sea más bien fraccionaria. Este es el perfil del nuevo personal contratado: precariedad laboral y experiencia fraccionaria, que junto con los largos turnos y la carencia de personal en general completa la lista de hechos que aumentan la probabilidad de contagios del personal sanitario según la OMS. Y de esos barros…

La inexplicable insuficiencia de tests en el personal sanitario. Aunque es cierto que se realizan y se han realizado test a l@s profesionales, hay problemas serios a la hora de la realización de estos diagnósticos. De hecho, determinados profesionales han tenido que pelear, y mucho, la realización de estos test tras haber dado positivo un compañero de plantilla. Sin embargo, no es suficiente realizar test de forma esporádica a nuestr@s sanitari@s. Si no se realizan tests de forma periódica a médic@s, enfermer@s, auxiliares y técnic@s, asumimos que, dada la alta tasa de infección en este sector, el personal sanitario está infectando a pacientes y a familias y además no hacemos nada para evitarlo. No es comprensible que no se estén realizando tests de forma periódica al menos a aquellos profesionales que o bien están en primera línea de fuego o bien están trabajando con población en riesgo.

Mucho se han criticado, y con sobrada razón, los pasados recortes sociales, ya que sin duda estos son la piedra angular del actual problema de la gestión de esta crisis. Las camas hospitalarias ya escasas antes de 2012, se redujeron en un 5% dando lugar tan sólo a 3 camas por cada mil habitantes, muy lejos de la media europea que es de 5,1. Pero es difícil explicar cómo estos recortes han hecho que la pandemia viaje tan rápido que nos sitúe en uno de los países con mayor incidencia de la enfermedad, por encima de China e Italia. La clave está en que la desprotección del personal sanitario ha podido hacer de este un auténtico foco de transmisión del Covid19.

Los recortes vaciaron nuestros hospitales públicos de materiales de protección y de personal. Además, fomentaron un modelo de contratación que actúa en contra de la acumulación de experiencia. La inercia de los recortes sigue vigente cuando los gestores públicos cierran la mano a la hora de realizar las debidas pruebas al personal sanitario. Estos recortes criminales han costado ya demasiadas vidas. Centrémonos en que nuestros profesionales tengan los equipos de protección suficientes, en que nuestros hospitales y centros de salud tengan al personal suficiente con contratación estable y en que se le realicen periódicamente las pruebas diagnósticas.

Protejamos a nuestr@s sanitari@s para protegernos a nosotras y nosotros mismos. Y una vez que hagamos frente a esta situación tomemos nota de que aquello que hicieron los distintos gobiernos que gestionaron la penúltima crisis económica estaba en las antípodas de lo que había que hacer. Nunca más un periodista refiriéndose a nuestros “enfermeros kamikazes”. Kamikazes fueron los responsables políticos que recortaron nuestra salud pública. Espero que paguen por ello. Nunca más.