El pasado 31 de octubre se sucedieron en numerosas capitales del Estado – tales como Barcelona, Bilbao, Sevilla, Burgos, Santander, Valencia, Zaragoza, Málaga o Madrid entre otras – sendas manifestaciones contra el toque de queda impuesto por el gobierno PSOE-UP debido al aumento de la extensión de la pandemia, que en esas fechas ya comenzaba a repuntar en su segunda ola, amenazando de nuevo con colapsar una sanidad pública ya muy desgastada por los recortes y las privatizaciones de los sucesivos gobiernos.

Dichas manifestaciones fueron convocadas por redes sociales, bajo lemas ambiguos y normalmente de manera anónima, sin que ninguna organización política o social reconociese su mano tras ellas, pero auspiciadas, sin embargo, por la ultraderecha parlamentaria de manera pública en sus rrss. Si bien entre las personas que acudieron a ellas, en un principio las había pertenecientes al sector hostelero – principal afectado por la medida del toque de queda – y negacionistas del COVID-19, en cuanto los medios represivos trataron de disolverlas, las y los auténticos convocantes salieron pronto a la luz, dejando bien claro que el grueso de aquellas concentraciones se nutría de grupos de extrema derecha, ya fuesen vinculados a clubes deportivos o a organizaciones políticas, que suelen utilizar a éstos últimos como caldo de cultivo de sus sucesivas generaciones. A partir de ese momento comenzaron los disturbios.

A pesar de que la misma policía ha reconocido la autoría de los pillajes y destrozos por parte de estos grupos, algunos medios intentaron rápidamente tratar de exculparlos volcando la atención sobre la extrema izquierda, como es el caso de Gamonal, barrio de Burgos conocido por su actitud de protesta y resistencia en el año 2014, cuando sectores sociales se organizaron para tratar de frenar la construcción de un boulevard comercial que empeoraría cualitativamente las vidas de sus habitantes.

Santiago Abascal, principal dirigente de VOX, llegó a decir que la culpa de los disturbios la tenían la extrema izquierda y los MENAS – acrónimo de menores extranjeros no acompañados – cayendo en la vileza una vez más de aprovechar la situación para hacer caer el peso de sus mentiras y manipulaciones sobre los y las más indefensas. Por su parte, Unidas Podemos se limitó a entrar en una guerra de acusaciones con el partido de Abascal, cayendo en su juego una vez más y limitando sus argumentos a que dichas movilizaciones iban destinadas a desestabilizar el gobierno de coalición, más con la vista puesta en la próxima guerra por la aprobación de los presupuestos del Estado que en dar un verdadero discurso antifascista de manera pública y clara.

Defendemos que el derecho a manifestarse es incuestionable, pero no debemos dejar de denunciar las convocatorias destinadas a captar a la gente por medio de subterfugios y mentiras, algo muy común en las supuestas acciones sociales de la extrema derecha por ejemplo, cuando reparten alimentos a la gente necesitada pero sólo si es española, o cuando emprenden una campaña por la sanidad pero excluyen el carácter universal de la misma, o no condenan las privatizaciones, o simplemente lo hacen porque favorece a sus representantes parlamentarios.

A su discurso vacío se le gana mediante uno claro y lleno de contenido, que lleve nuestros valores marxistas a oídos de tod@s y toda la gente trabajadora que quiera escuchar. A sus mentiras hay que oponerles ejemplos prácticos, participando en las luchas que se den en nuestro entorno, facilitándolas y trabajando en ellas para que sirvan como escuelas de crecimiento político y de lucha obrera. Ante su movilización desmovilizadora, sólo cabe llenar las calles y reivindicarlas como nuestras, dando así alternativas reales a esa gente que, presa del descontento y la precariedad, están cercanas a dejarse convencer por su discurso.

Es por ello que desde Izquierda Anticapitalista Revolucionaria IZAR consideramos importante señalar que, pese a que desde las instituciones se trate de restar importancia al crecimiento y auge de las organizacines de extrema derecha, no debemos entregarles nuestras calles sin lucharlas. Son minoría y así deben seguir, y eso sólo lo conseguiremos mediante la organización y la militancia, la lucha obrera y la unidad de los y las trabajadoras.