Ambos son dos retratos de huelguistas: Roselyne tiene 61 años. Entró en Correos en Neuilly-sur-Seine en 1986 y lleva haciendo la misma ronda de repartos desde 1991. Nordine tiene 30 años. Es cartero en Asnières-sur-Seine desde hace 6 años. Ambos están sindicados en SUD-Poste desde la huelga del invierno de 2015 que duró 3 meses.

Las primeras armas del año 2015

“Siempre había conseguido ligar las demandas de la empresa con lo que era yo capaz de soportar”, explica Roselyne. Denuncia ahora a “una generación de directivos que están ahí para cargarse empleados: para la empresa, el cartero que mantiene una relación social con el usuario, no interesa ya que no aporta nada a nivel financiero”. En 2015, recuerda la preparación de las reorganizaciones y de las “entrevistas en las que un representante de Recursos humanos te explica que para que la empresa funcione bien, tienes que aceptar trabajar mucho más sin que te paguen más…Era tan fuerte: había que acabar ya con eso “.

Tres meses más tarde, la huelga permitía salvar las once rondas que iban a ser suprimidas en Asnières y casi todas las que lo iban a ser en Neuilly, a la vez que permitía anular la delocalización del Cedex (servicio que se ocupa del reparto y de recoger cartas y paquetes en las empresas) de Neuilly a la Défense y permitía arrancar una prima de 2 500 euros para cada trabajador/a por la mudanza de la oficina de Asnières.

La huelga consiguió impedir todos los peores ataques. Nordine se da cuenta de ello cuando visita otras oficinas y descubre las supresiones de las rondas, la pérdida de los días de descanso, el final del “fini-parti” que consiste en que el/la trabajador/a pueda irse a casa después de acabar su tarea del día aunque sea antes del final de la jornada…Pero desde 2015, explica Roselyne, la dirección lo intenta de nuevo cada 2 años.

Cerca de 9 meses de huelga: una determinación reforzada

Si el despido de Gaël Quirante fue un detonante, los dos huelguistas insisten en que las causas son más numerosas: “Para que la gente aguante con las condiciones cada vez menos fáciles, eso significa que están sin embargo muy muy cabreados”, analiza Roselyne. Para Nordine, el ataque central es la “méridienne”, que haría trabajar a l@s carter@s por la mañana y por la tarde por el mismo salario, “un segundo curro pero pagado igual”, pasando 7 horas al día fuera repartiendo, sin posibilidad de verse con l@s compañer@s… Así es cómo explica a su gente cercana por qué está en huelga desde hace 7 meses: “Si la “méridienne” se lleva a cabo, ya no tendremos un trabajo sino una tortura… y todo eso cobrando el salario mínimo interprofesional. No concibo acabar mi vida de esta manera”. Roselyne tiene la misma determinación: “No podemos retroceder sin ganar, no es imaginable”.

Tanto Roselyne como Nordine ven a sus compañer@s evolucionar. Si en el pasado, algunos pudieron pensar que iban a estar bien, siendo “buenos soldados”, hoy, saben que cuanto más sacrificios acepten, más sacrificios les serán exigidos por los directivos y que pronto podrán ser ell@s también los sacrificad@s. “Éstos son quizás los que más rabia tienen”, considera Roselyne. “Están bien encabronados”, añade Nordine.

En la huelga, los y las carteras tejen lazos incalculables e incomparables. Todas las mañanas, después de tomar la palabra en las oficinas, se reúnen en Asamblea Generales para hablar de las perspectivas…”Nuestra política, explica Nordine, es ir a ver a tod@s l@s compañer@s que no consiguen reagrupar sus fuerzas. Somos el ligazón entre todos los que quieren pelear, y hay much@s! Aunque a veces estén desanimad@s por los sindicatos de su oficina… La huelga permite salir del aislamiento”.

Huelguistas unid@s y solidari@s

“Estamos ligados por el mismo destino, por el mismo deseo de pelear contra aquellos que nos aplastan, añade Roselyne. Si sólo existiese para mí una razón de no retomar el curro, sería la de seguir frecuentando a gente así”.

Violentamente interpelado por la policía el 5 de julio mientras que participaba a una concentración del Comité de Justicia por Adama (joven de origen africano asesinado por la policía), Nordine pudo, durante su detención, oír los gritos de apoyo de sus compañer@s en la calle. Es un ejemplo de solidaridad que no es una palabra hueca: solidaridad entre l@s huelguistas, que comparten dificultades y dudas, pero también solidaridad con otros sectores como los y las estudiantes de Nanterre con los que bloquearon el centro de examen de Arcueil durante el mes de mayo, o a través de la caja de resistencia y de todo el apoyo recibido por el comité de apoyo.

La huelga rompe barreras. “Si cogemos una foto de nuestra Asamblea General, apunta Nordine, no hay mayor diversidad: tenemos a gente muy joven y muy mayor, gente de todos los colores y de todos los orígenes”. “Tod@s somos iguales en la lucha”, añade Roselyne, que se dice “impresionada por el entusiasmo y la lucidez de l@s más jóvenes”. Para acabar añadiendo: “Hombres, mujeres, blancos, negros, musulmanes, católicos…todo eso no existe. Estamos todos aquí para reventar a nuestros jefes”. Evidentemente, admite, “por razones históricas, las mujeres son aún, muy a menudo, menos numerosas a la hora de pelear que los hombres. Pero cuando luchan, es mucho más profundo, más reflexionado… Y más peligroso para el que está enfrente!”.

Tiene muy claro que todos y todas permanecerán “unid@s mucho después de la huelga, para que todo el mundo se enfade al mismo tiempo”. Para Nordine, tod@s aquell@s que han vivido esta experiencia regresarán cambiad@s a sus puestos de trabajo: “En cuanto vean a un cuadro de empresa meterle presión a uno de sus compañeros, intervendrán”. Y esos lazos pueden incluso extenderse más allá del departamento del 92 y Correos: “Si estuviesen todos los departamentos y también los servicios hospitalarios, los hoteles, todos los y las trabajadoras que quieren luchar… La huelga no tendría que durar tanto tiempo”.