Desde el 28 de diciembre, una ola de manifestaciones afecta a una mayoría de ciudades de Irán. La respuesta del régimen no se ha hecho esperar: la represión ha provocado al menos 22 muertes y más de mil detenciones. Censurando también las redes sociales, el gobierno moviliza a su favor a miles de personas para redimirse una legitimidad. Ya proclamó “el fin de la sedición” desde el 3 de enero y promete duras sanciones, pudiendo conllevar hasta la pena de muerte.

Pero las causas de este estallido de descontento popular no están resueltas. El 19 de diciembre, el presupuesto presentado en el parlamento iraní preveía un aumento del 50% en el precio del gasóleo y la suspensión de las ayudas financieras para 34 millones de personas. Un anuncio brutal e insoportable cuando más del 50% de la población vive bajo el umbral de la pobreza, con la inflación casi del 125 anual y el poder adquisitivo ha caído un 72% entre 2005 y 2013.

La tasa de paro oficial es del 12,6%, que son aproximadamente 3,2 millones de trabajador@s privad@s de empleo. En la juventud puede alcanzar del 30 al 50%. En las empresas los salarios muy a menudo no se pagan y las y los empleados deben conformarse con un depósito de menos del 10% de su paga. La bancarrota de las instituciones financieras ha hecho perder a las familias la integridad de sus escasos ahorros.

Un gobierno de los capitalistas al servicio de los capitalistas

Las empresas occidentales que se instalan en Irán lo hacen a través de vínculos con los inversores locales. De esta manera, los Guardianes de la Revolución, un grupo paramilitar próximo a políticos conservadores, controlan alrededor del 40% de la economía, sobre todo el sector industrial. En cuanto al ato clero, más cercano a los sectores “moderados”, detenta por medio de fundaciones religiosas el 30% de la economía, sobre todo el sector de la importación y exportación. Y el presupuesto aprobado en diciembre preveía gastar más del 55% de los recursos del estado en estas fundaciones.

De una forma u otra, ya sea en una democracia teóricamente aconfesional como la del estado español o en una dictadura religiosa como en Irán, los capitalistas no tienen más que una sola religión: la del máximo beneficio sobre las espaldas de la mayoría de la población.

En las manifestaciones l@s dejad@s de lado se unen y rechazan las etiquetas artificiales entre “conservadores” y “reformistas”, siempre ambos al servicio del mismo sistema. Las consignas rápidamente se han vuelto contra el mismo régimen con lemas como “Mientras la gente mendiga, los mulás (título religioso musulmán) viven como dioses” así que “¡Abajo el dictador!”

Contra nuestros gobiernos cómplices

El gobierno iraní ha empezado a recular con el presupuesto, lo cual es una primera victoria, pero acusa a l@s manifestantes de haber sido manipulad@s por Arabia Saudí, Estados Unidos o Israel, ridículo. ¡No necesitan ser manipulad@s para hartarse de tanta miseria!

Trump se felicita de estas manifestaciones, él que no ha dudado en trabajar y aliarse con numerosas dictaduras igualmente. Ha abogado por volver a imponer las sanciones más duras al gobierno de Irán. Además de incrementar la pobreza en el país, sin duda lograrían el efecto de concentrar al pueblo con el régimen contra un enemigo común. Igualmente la UE y nuestros gobiernos han condenado la represión pero no van a sacar sus empresas del país. En cualquier caso, “nuestros capitalistas” no tienen nada que ver con las demandas populares de Irán.

Pero estas movilizaciones también deben mostrar el camino a los pueblos de todo el mundo. En 2009 un levantamiento ya había golpeado a Irán tras la fraudulenta reelección de Ahmadinejad. Se adelantó un año a la oleada revolucionaria en el mundo árabe de 2010-11. Porque sea cual sea nuestra nacionalidad o región del mundo, las luchas de l@s oprimid@s y explotad@s no tienen fronteras.