El pasado lunes 8 de abril arrancó en Milán la cuenta atrás para el asalto electoral del proyecto internacional de la ultraderecha del siglo XXI para las elecciones europeas. Y el mayor desafío a Bruselas y a las instituciones del club de los 25, el correspondiente “Make Europa great again”, es encabezado, habiendo hospedado el país trasalpino para una primera presentación en sociedad, por el hombre cada vez más fuerte de Italia, el ministro de Interior Matteo Salvini.

La empresa, conocida desde hace un par de años y temida en el núcleo duro de la UE por los grupos conservadores, liberales y socialdemócratas, los únicos “nostálgicos y extremistas” para el líder de la Liga, es nada más y menos que la unificación en una candidatura de las distintas familias de la extrema derecha del continente, no carentes de desavenencias, como el recelo al papel que juega Rusia (país que ha realizado préstamos a Francia e Italia) de algunos países del este como Polonia, por ejemplo.

Aunque cada uno a su manera, con el presidente húngaro Viktor Orban, líder del “iliberalismo” en Europa central, el ministro del Interior italiano es sin duda la figura principal de una derecha radical europea ideológicamente descarada y sin complejos, y lleva meses de gira y diálogo con sus homólogos intentando muñir un acuerdo de mínimos. Aupado por el apoyo demoscópico irrefrenable en su país, Salvini se puso como deberes alcanzar una alianza que pretende dar “prioridad a los pueblos y no a los burócratas, banqueros ni a los barcos de migrantes”.

Fotografiados sentados bajo un ampuloso eslogan como “Hacia la Europa del sentido común. Los pueblos levantan la cabeza” se presentaron en rueda de prensa junto a Salvini el alemán Jörg Meuthen, líder del grupo parlamentario federal de Alternative für Deutschland (AfD), Anders Vistisen, presidente de la sección juvenil del Partido del pueblo danés, y Olli Kotro, del Partido de los Verdaderos finlandeses, ambos en el Europarlamento con los euroescépticos Conservadores europeos (ECR) y un peso importante en sus países (en el gobierno en el caso danés).

Su Alianza europea de los pueblos y las naciones (EAPN, en sus siglas en inglés) espera poner en dificultad a la mayoría que conforman los grupos popular y socialdemócrata, y según el anfitrión de Milán partirá del grupo Europa de las naciones y la libertad (ENF), que hoy comprende a la ultraderecha más influyente en el continente: el Rassemblement National de Marine Le Pe y la propia Liga. Pero paradójicamente el invitado más importante, el alemán AfD, forma parte del grupo de independientes Europa de la libertad y la democracia directa (EFDD) en donde se agrupan el Movimento 5 Stelle, aliado de Salvini, y el UKIP británico.

Danés y finlandés subrayaron que las prioridades del reagrupamiento serían la defensa de la identidad europea y el cierre de fronteras ante la inmigración: la amenaza constituida por el “Islam político” y el “multiculturalismo”. Ambos enfatizaron la existencia de diferencias entre las organizaciones, explícitamente “desacuerdos geopolíticos”, pero cuando los periodistas tocaron este punto, Salvini se adelantó para decir que las alianzas actuales (la OTAN) no se cuestionan y que la relación del nuevo grupo parlamentario hacia Rusia se discutiría en el futuro.

A pesar del entusiasmo en la presentación y del empuje en las encuestas de muchas de las 15-20 formaciones que Matteo Salvini dijo que integrarían la alianza, el lanzamiento del lunes estuvo deslucido por ausencias de peso: ni Marine Le Pen, justificada por razones de agenda electoral francesa (aunque no es descartable que rivalizando en el liderazgo de la ultraderecha y haya decidido el premeditadamente su ausencia), ni Jaroslaw Kaczynski, el líder de los euroescépticos polacos de Derecho y justicia, ni el partido de Viktor Orbán, Fidesz, estuvieron presentes.

Probablemente la máquina se ha forzado demasiado rápido para lograr una “Liga de las ligas”, como deseaba el ministro italiano, antes del inminente 26 de mayo y la alianza se cocerá fuera del calendario a fuego más lento. Si Salvini y Orbán confiesan sin tapujos su admiración por Vladimir Putin, el polaco Kaczynski por el contrario lo ha convertido en alguien a quien evitar, al igual que daneses, finlandeses y suecos. Ambos cabezas son fervorosos antiinmigrantes, pero sin llegar a un acuerdo sobre cómo gestionar su flujo. También sus puntos de vista sobre la economía se oponen: mientras Roma es un donante neto del presupuesto europeo, Varsovia es beneficiario.

Es cierto que no hay una unidad a priori o incluso coherencia entre estas diferentes fuerzas en su batalla soberanista contra Bruselas. En Estrasburgo Orbán mismo es miembro del Partido Popular Europeo (PPE), la misma formación que la de Merkel, la enemiga a descabalgar. Y sin embargo, cuando el presidente húngaro da su definición de “democracia cristiana” (contra el multiculturalismo y en defensa de la familia natural), es innegable que está más cerca de Salvini que de Merkel. No hay menos de 3 grupos diferentes de extrema derecha y/o euroescépticos.

Surfeando la ola del miedo a la “invasión inmigrante” y agitando la cuestión de la soberanía y la identidad como estandartes Viktor Orbán parece más cómodo como portavoz del “modelo austriaco”, la alianza entre la derecha tradicional y la extrema derecha. Busca así, tensionando desde dentro del bloque conservador mayoritario pero sin romper con él, cambiar el centro de gravedad de Europa, que hasta ahora se ha basado en el equilibrio y entendimiento entre los dos grandes bloques políticos del Europarlamento.

¿Pero quién es el encargado de coordinar todos los movimientos en este tablero de ajedrez? No hay duda de que Steve Bannon, ex estratega de la Casa Blanca bajo Trump, tiene en su cabeza la jugada maestra para hacer avanzar su proyecto de destrucción de la Unión Europea. Italia es la base de operaciones de The Movement y uno de los estados europeos donde se han reactivado los sustratos ultras. El mismo Matteo Salvini se adhirió a esta Internacional de la alt-right el verano pasado. Su lugarteniente en Europa, Mischael Modrikamen, líder del Partido Popular belga y del digital ultra Le peuple, insufla bagaje ideológico a la caballería.

En definitiva, populistas y nacionalistas de derechas ven en la renovación del parlamento de Estrasburgo el 26 de mayo la oportunidad de dar un golpe electoral, que podría alcanzar el 25% de apoyo, e incluso tomar como rehén mediante bloqueos continuados las instituciones europeas. Matteo Salvini se ha erigido de tal manera como aglutinante en un continente golpeado por la crisis capitalista, aprovechando su liderazgo indiscutible en la derecha italiana, que ha sido capaz hasta de ofrecerse candidato a la Comisión Europea.

El espantoso programa que estos soldaditos traen bajo el brazo lo conocemos porque se está poniendo en práctica, desarrollado magistralmente por Salvini el lunes en Milán: “Hacemos un llamamiento a todos aquellos que quieran dar la vuelta a Europa y que las naciones individuales deban tener más peso en Bruselas. Un llamamiento a un manifiesto para enfatizar las raíces cristianas comunes, para defender la identidad nacional, la supremacía de nuestras constituciones sobre las leyes y directivas europeas; barreras y lucha contra la inmigración con la protección de las fronteras exteriores. Sí a las repatriaciones, no a la redistribución de inmigrantes entre los países europeos de migrantes”.

“Hoy, para muchas personas, la UE es una pesadilla, no un sueño. Estamos trabajando para recuperar el trabajo, la familia, la seguridad, la protección del medio ambiente y el futuro de los jóvenes. Y lo hacemos con movimientos alternativos a los que han gobernado Europa en estas décadas. Esta una familia que mira hacia el futuro, que apunta a extenderse. Tenemos tradiciones diferentes, así que defendamos nuestra identidad”.

“Estoy cansado del debate fascistas/comunistas, derecha e izquierda, no nos interesa y no interesa a 500 millones de ciudadanos europeos. Nosotros desde hoy miramos al futuro, al sentido común, el debate sobre el pasado se lo dejamos a los historiadores. El objetivo que tenemos es el de ganar y cambiar Europa”.