Un nuevo conflicto enfrenta a Turquía y Grecia en el Mar Egeo. El descubrimiento de yacimientos de gas en el Mediterráneo oriental en los últimos años ha acentuado las rivalidades entre las burguesías vecinas: Israel, Egipto, Líbano, Chipre, y hoy Turquía y Grecia luchan por estos recursos estratégicos, bajo la atenta mirada de las compañías imperialistas que explotan los yacimientos y los liquidan: BP (Reino Unido), Total (Francia), ENI (Italia), ExxonMobil (EEUU) etc.

El conflicto gira en torno a la isla griega de Kastellorizo, situada a 2 kilómetros de la costa turca entre las islas de Rodas y Chipre. La zona económica exclusiva que rodea la isla priva a Turquía, según Ankara, de decenas de miles de km² de mar rico en gas, mientras que Atenas defiende lo que considera sus aguas exclusivas.

El gobierno de Erdogan, en una Turquía en plena crisis económica, sufriendo además una contestación interna, está tratando de reagrupar al pueblo turco e imponiéndose en la internacional: del 21 de julio al 2 de agosto, 18 buques de guerra turcos escoltaron a la naviera de investigación sísmica Oruç Reis en un zona exclusiva griega, al amparo de un acuerdo de delimitación marítima firmado con Libia en otoño de 2019, que no es baladí, ya que este conflicto está anclado en un marco más amplio que exclusivamente las aguas greco-turcas.

Cuando el viento parecía soplar a favor de Turquía, el gobierno de Erdogan envió el barco Oruç Reis de regreso a las zonas griegas el 10 de agosto para continuar su búsqueda hasta el 27 de agosto. Pero esta vez Grecia movilizó a casi todos de su armada para contrarrestar a Turquía, provocando un accidente entre 2 buques de guerra, la fragata turca Kemal Reis y el griego Limnos.

En plena escalada de tensión, Francia intervino en el conflicto desplegando el 13 de agosto 2 aviones de combate Rafale, un porta-helicópteros y una fragata frente a Kastellorizo para participar oficialmente en ejercicios conjuntos con la flota griega. También se desplegaron varios aviones F16 de los Emiratos Árabes Unidos en Grecia para estos mismos ejercicios.

Estas tensiones son parte de un conflicto mayor, el de Libia, devastada desde la intervención de EEUU, Francia y sus aliados en 2011 contra el dictador Gaddafi. Desde entonces, el conflicto libio ha evolucionado mucho, hasta llegar hoy, de manera simplificada, a una división en 2 actores principales del país, entre un gobierno de unidad nacional con sede en Trípoli, en el occidente del país, del cual el primer ministro es Fayez el-Sarraj, y un gobierno militar encarnado por el general Haftar que controla todo el este del país.

Estos 2 gobiernos, que no se preocupan por la suerte de l@s trabajador@s libi@s, se basan en alianzas frágiles con multitud de milicias y, por tanto, han buscado aliados extranjeros. Fayes el-Sarraj ha forjado la amistad con Erdogan mediante la negociación de contratos de petróleo y gas operados por Turquía, mientras que el mariscal Haftar organizó diversos y variados apoyos, que van desde Rusia, Emiratos Árabes Unidos, Egipto y de manera muy hipócrita, Francia, que reconoce oficialmente al gobierno de Fayes el-Sarraj, al tiempo que apoya militarmente al mariscal Haftar, quien creía que iba a ser el pequeño líder vencedor de este conflicto.

Este conflicto, en un país rico en hidrocarburos, y donde los capitalistas de todo el mundo se entremezclan como siempre, vio subir la tensión el 10 de junio: un carguero turco que se dirigía a Trípoli fue interceptado por la fragata francesa Courbet, antes de ser interceptado por una fragata turca que, según las autoridades francesas, la habría iluminado con su radar de control de fuego, fase anterior al disparo, y postura extremadamente agresiva que vio la retirada de la fragata francesa.

Así que son los capitalistas los que juegan con fuego a mantener o conquistar mercados, con el pretexto de una misión de paz, de defensa de su frontera, de ejercicios militares, y son los capitalistas franceses, turcos o griegos quienes multiplican las situaciones de peligro donde podrían estallar nuevas guerras.