Unas elecciones ilegítimas que no borran la mayoría por el derecho a decidir
En medio de un aumento de la represión por parte del Estado español se produjeron las elecciones del 21D. Unas elecciones que fueron rechazadas por una gran parte del pueblo catalán cuando se convocaron, que las entendió como el intento de las fuerzas del Régimen por cerrar el conflicto abierto en Catalunya. En este sentido, la orientación más acertada hubiera sido proponer una vía alternativa a este camino, basada en la autoorganización y la movilización de la clase trabajadora y la juventud. La aceptación por parte de las llamadas fuerzas independentistas de estos comicios, canalizando ese rechazo por la vía institucional no sólo no ha incrementado este sentimiento, sino que ha terminado por bloquearlo. Una vez más se ha demostrado que convencer a l@s trabajador@s de que pongan sus esperanzas en unas elecciones tiene un efecto desmovilizador en el conjunto de la clase obrera.
En este ambiente altamente polarizado, con una participación del 82% el llamado bloque independentista revalida su mayoría en el Parlament gracias al área metropolitana, con un 48% de los votos y 100.000 votantes más. Combinadas, las 3 formaciones se sitúan un 5% por encima de los partidos llamados constitucionalistas.
Puigdemont y su candidatura Junts per Catalunya han superado a ERC, a quien las encuestas daban ganadora. Los resultados de las CUP, más allá de la pérdida de la mitad de votos y escaños (que consiguieron en parte como un castigo a ERC de sus votantes por ir en una misma candidatura con el PdeCAT), demuestran que la hipótesis de subordinación a la hoja de ruta de JXSÍ les ha dejado en una peor posición para avanzar hacia una república catalana anticapitalista de que en la que tenían antes.
A pesar de la victoria soberanista, es resaltable el resultado de Ciudadanos, que se aúpan como fuerza mayoritaria dentro del bloque constitucional y favorable a la aplicación del 155. El triunfo de Arrimadas fortalece al régimen, demostrando que se ha ampliado su base social desde la ofensiva de éste. Además de hundir como última fuerza parlamentaria PP, que llevaba a Albiol como candidato duro, el resultado de Ciudadanos se logra en gran medida en el cinturón industrial de Barcelona tradicionalmente afín primero al PSUC y luego al PSC. El que una parte destacada de la clase trabajadora ha huido de procés, refugiándose en un partido reaccionario que ha acompañado todas las medidas económicas más agresivas de Rajoy: reforma laboral, fiscal, techo de déficit, presupuestos… demuestra la necesidad de ligar las aspiraciones del derecho a decidir con las reivindicaciones de l@s trabajador@s. C´s ha ganado en ciudades tan importantes como como L’Hospitalet, Terrassa, Sabadell o Badalona, donde más bajan las CUP, y Barcelona, donde pone en un aprieto a Ada Colau.
Catalunya en Comú, la marca de Colau y Unidos Podemos que buscaba el espacio “ni DUI ni 155”, se ha encontrado con un espacio aún más reducido que en 2015 en un contexto hostil a la equidistancia, que en última instancia supone un apoyo al régimen. Así lo han demostrado las declaraciones de Monedero cargado contra los independentistas, de Iglesias sobre quiénes habían azuzado al fascismo y de Garzón negando el carácter de presos políticos a los Jordis y los consellers.
Un escenario que no aborta la legítima aspiración a la República Catalana
Las declaraciones del PdCat y ERC abandonando en campaña la unilateralidad y con la amenaza de nuevas intervenciones del gobierno central en la Generalitat si no se sigue el camino constitucional, así como una previsible escalada en la represión por los hechos del referéndum del 1-O augura un menor enfrentamiento con el Estado español por parte de estos partidos. A pesar de que los refuerzos policiales vayan a abandonar Catalunya y el discurso de navidad del rey fuera más moderado que el de octubre, sigue abierta la posibilidad de una detención de Puigdemont, ahora huido, la imputación por rebelión y sedición de más exdiputados y los casos de los 13 docentes encausados por supuesto adoctrinamiento.
En este escenario es de esperar que Puigdemont y su previsible gobierno de coalición con ERC, a pesar de que los números del 21D así lo avalara, no quieran arriesgar un desgaste y prefieran presionar buscando un nuevo encaje de Catalunya en una negociación bilateral de reforma del Estatut. A su vez, es imposible mantener la orientación previa al Referéndum, como si nada hubiera pasado, de que sólo una solución pactada resuelve el llamado “problema catalán”. Primero, porque se ha demostrado que es imposible pactar un referéndum en el parlamento español y segundo porque, aunque aceptáramos esta premisa, nos parece aún más ilusorio que se aceptara un resultado que diera la mayoría a la independencia y se tuviera que reformar con PP, PSOE y C´s una reforma constitucional que asumiera esta opción, enfrentándose a los intereses de los capitalistas españoles y catalanes.
Las próximas semanas serán claves para saber y valorar el rumbo de la política catalana y su grado de tensión con el estado a la hora de recuperar o no una vía por la consecución de su derecho a la autodeterminación. De cualquier manera, el conflicto no está resuelto: el estado ha salido reforzado con estas elecciones, pero no ha conseguido estabilizar la situación y sigue habiendo una mayoría que quiere decidir y que ya se ha movilizado para hacerlo en condiciones extremas como ocurrió el 1 de octubre.
Agrupar una posición de clase por el derecho a decidir de las y los trabajadores en Catalunya
Ante este escenario, es necesario generalizar entre la clase trabajadora un balance de todo este periodo y las enseñanzas que en él se han dado, con el objetivo de revertir la tendencia que se está dando pero que aún no es definitiva. Con el 21D se abre un nuevo capítulo, en el que debemos superar una serie de nuevas dificultades y seguir insistiendo en que la cuestión catalana no está cerrada.
Hemos visto que cuando la sociedad catalana se movilizó masivamente en las fechas del 1-O o el 3-O, las clases dominantes se sintieron más inseguras y les costó reaccionar hasta que PdeCAT y ERC fueron reculando y les dieron tiempo para actuar. Por lo tanto, a pesar de que estamos en peor situación que en esas fechas, hoy sigue siendo posible agrandar la brecha del Régimen en Catalunya pero, para ello, es necesario aunar las fuerzas de la clase trabajadora de todo el Estado español con la catalana, así como ésta se involucre masivamente. Eso sólo se podrá lograr si hacemos extensible la unión de la defensa del derecho democrático de la autodeterminación de los pueblos a una serie de medidas de urgencia que respondan a las reivindicaciones de clase que se han ido gestando durante los años de crisis: impago de la deuda, nacionalización de la banca y sectores estratégicos bajo control de l@s trabajador@s, reparto del trabajo, escala móvil de salarios en función del coste de la vida, prohibición de los despidos, la creación de parques públicos de viviendas, etc.
Desde Izquierda Anticapitalista Revolucionaria IZAR pensamos que en Catalunya hay que seguir defendiendo y movilizándose por el derecho a la autodeterminación hasta las últimas consecuencias y de la necesidad de construir la República catalana, siempre y cuando defienda los intereses de la clase trabajadora, algo que no han hecho nunca las políticas de Puigdemont y Junqueras. Para ello no valen los atajos ni los pactos institucionales, sino que sólo será posible con la acción consciente de l@s trabajador@s y la juventud organizada, porque son l@s únic@s que pueden llevar esta reivindicación hasta las últimas consecuencias.