7.500 personas al día, 1.000 en el trabajo y 6.500 por enfermedades profesionales. Este es el balance emitido por la OIT (Organización Internacional del Trabajo), a finales de 2017 acerca de las muertes en el trabajo. Un verdadero informe de guerra, la guerra incesante de capital contra la fuerza de trabajo: 2,8 millones al año, 365.000 por accidentes y 2,4 millones por enfermedades profesionales.

De los 2,3 millones en 2014, el incremento solamente en los últimos 3 años ha sido del 20%, un récord destinado a ser superado rápidamente, dado que estas cifras no muestran más que el tributo de sangre necesario que la clase trabajadora debe pagar, cada año, para garantizar el beneficio a la clase explotadora.

En tiempos de crisis, cuando las ganancias disminuyen, no queda más que exprimir aún más a l@s trabajador@s si no se quiere reducir demasiado el ritmo de acumulación de capital. Y puesto que ya estamos a las puertas de una nueva crisis, sin que la antigua haya sido resuelta mínimamente, ya podemos estar seguros de que el balance, dentro de d10 años, será mucho más pesado y dramático que éste. Entre un dólar extra y una muerte en el trabajo menos, sabemos muy bien lo que el sistema capitalista siempre ha elegido.

Mientras tanto, para sanar el capital del sangrado, la burguesía mundial reducirá otros gastos para inspecciones y controles e el trabajo. En el conjunto de la Unión Europea han caído un 9%, mientras que en otros lugares son prácticamente inexistentes, dado que en África y Asia los accidentes mortales son 4-5 veces superiores respecto a en Europa.

Frente a tal balance, ¿qué propone la OIT como remedio? Tecnología, demografía y desarrollo sostenible, es decir, corregir al más que incorregible capitalismo. En definitiva, para la OIT, la única solución es aparecer dentro de algún año con otro balance mucho más dramático, por la simple razón de que no hay solución bajo el capitalismo y 200 años de historia de libre mercado están ahí para demostrarlo.

En cambio, pensamos en primer lugar que estas cifras deberían conllevar un par de reflexiones. Se nos ha dicho que el comunismo ha causado millones de muertes, 85 según la precisión interesada del famoso Libro Negro de Courtois. 85 en 70 años, contando también las hambrunas no provocadas y 30 millones de rus@s asesinad@s por el capitalismo en las 2 guerras mundiales, etc. 85, más o menos duplicándolos, exactamente como los del capitalismo que grosso modo se reducen a la mitad para mejorar su figura, descargándolos en el nazismo, en el fascismo, en el franquismo, como si detrás de todas las dictaduras de derecha no siempre hubiera el mismo sistema económico.

De hecho, según la OIT, las cifras recogidas por muertes en el trabajo están algo subestimadas. Basta decir que no hace mucho tiempo la India, con una fuerza de trabajo 100 veces mayor que la de República Checa, declaraba 222 muertes en el trabajo contra 231. En la práctica, 40.000 menos que las reales. Y como la India, medio mundo capitalista. Suponiendo, por lo tanto, que las muertes en el trabajo son cada año de 4 o 5 millones, tal vez todavía nos quedamos cortos.

Dándole toda las vueltas como queramos, al capitalismo le bastan entre 15 y 30 años para hacer y ampliamente superar, solo dentro de las fábricas y los puestos de trabajo, las muertes causadas por el estalinismo en 70 años. Esto dice mucho sobre la desvergüenza del púlpito del que proviene el sermón que equipara nazismo y comunismo.

Es cierto que incluso el estalinismo, con la industrialización forzada y acelerada, hizo que la clase trabajadora pagara un gran gasto de sangre, rara vez incluido en el balance de los crímenes del “comunismo”. Sin embargo, sin justificar el estalinismo, no se puede negar que la industrialización soviética, debido al cordón sanitario que el capitalismo hizo a su alrededor para estrangular la revolución, se vio obligada a comenzar desde bases tecnológicas muy atrasadas. Desde el punto de vista tecnológico, por lo tanto, ese desembolso tiene al menos una justificación histórica parcial. No es así el capitalismo, que tiene, hoy y siempre, los mejores y más avanzados frutos del progreso científico.

La otra reflexión que debemos hacer es, ¿son inevitables estas muertes? Según el capitalismo, sí. Ninguna tecnología, ninguna informatización, ninguna industria 4.0, introducida en tiempos de vacas flacas, podrá nunca cambiar la tendencia, por la sencilla razón de que la tecnología utilizada con el objetivo de máximo beneficio funciona al servicio de la salud del capital, contra la de la fuerza de trabajo.

En cambio, eliminada de las manos del capital y utilizada para un proyecto colectivo de rehabilitación ambiental y humana, la tecnología tiene un enorme potencial que ofrecer. Incluso aquí no podemos ir mucho más allá de plantear una hipótesis. Pero incluso con toda la prudencia posible, no tenemos motivos para dudar de que, realmente puesta al servicio del trabajador, es decir, de la revolución socialista, la tecnología ya disponible hoy en día reduciría las muertes en el trabajo en un 80-90%, y quizás aún mas.

De ello se deduce que todas las muertes actuales en el trabajo, prácticamente en bloque, deben atribuirse al capitalismo, cuya sed de sangre es superior en brutalidad a la de los jemeres rojos camboyanos, no por casualidad llevada a mano por el imperialismo estadounidense cuando eran convenientes.

Partito Comunista dei Lavoratori